viernes, 3 de octubre de 2014

La Teta

Hace un par de días le decía a Pablo medio en broma medio en serio, que no quiero dejar de darle teta al gordo. Nunca. Es que empezó a comer hace poco y seguramente sienta celos del purecito de zapallo.

Y me puse a pensar en lo que ha sido este maravilloso mundo de la teta. Amo dar teta. Realmente es mágico ese momento de conexión total. Esas risas y esas miradas cómplices de la teta pos horario laboral. INEXPLICABLE.

Pero no todo fue (obviamente) color de rosa. Tomás nació por cesárea y las primeras horas luego de la operación están como en una nebulosa. Hoy trato de acordarme quién fue que me lo puso sobre la teta, cómo fue el momento en que se prendió por primera vez, si tomó mucho, poco, si se durmió... Y no me acuerdo. Tampoco se acuerda Pablo. Supongo que los nervios del momento y el afloje porque todo salió bien, hicieron que hoy no recordemos en detalle esa primera vez.

Como fue cesárea y tenía que permanecer horizontal durante unas horas por la raquídea, me lo acostaron encima. Chiquito, moradito y peludito. Seguramente una enfermera haya llevado su cabecita hasta mi pecho (algo así recuerdo). 

No fue para nada traumática mi estadía en el hospital en ese sentido. Nadie propuso nunca darle complemento ni nada de eso que escucho y leo que pasa mucho. Todo lo contrario: teta, teta y teta. Tampoco me cuestioné si tenía leche (¡¡¡se supone que todas tenemos!!!), si salía mucho o poco. Yo le daba.

Tomás nació el miércoles a la tarde y el viernes a la noche ya estábamos en casa. A partir de ahí, fue otro cantar. El sábado a la noche mis tetas parecían explotar y estaban que hervían. Dolor, lágrimas y la fuerte creencia que así iba a ser por el resto de los días. "No voy a aguantar", le decía a Pablo. Encima después vinieron las grietas y la sangre, por lo que mi hermoso recién nacido se transformaba en un Draculín en cada lactada. Fue horrible. Probé con calor, después con frío. Nadie me había contado que dar la teta iba a ser tan espantoso y doloroso. ¡Cómo carajo no te avisan! 

Pero pasados dos o tres días (que para nosotros tres fue una eternidad), todo se fue acomodando. Tuve la suerte de compartir varios meses la gimnasia para embarazadas con algunas que ya eran madres, asistí a talleres sobre lactancia y leí mucho. Quizá si no hubiera hecho todo eso, al primer dolorcito ya hubiera estado pidiendo una memita con complemento. Pero estaba informada y valió la pena.

Hoy con Pablo pensamos en esos días de llanto y dudas y nos reímos de lo novatos que fuimos. Madres, si quieren dar la teta, háganlo. No hay nada que se los impida. Es hermoso, saludable para todos y encima súper práctico (¿tiene hambre? Pumba: TETA)

Y ahora empezaron a salir los dientes. Escuché que algunas madres han sido mordidas por sus cachorros y... duele. No sé si éste todavía no ha mordido con fuerza o sus dientitos aún no salieron en su máximo esplendor. Ojalá no me entere nunca. Por ahora venimos bárbaro, mimándonos un montón, felices de poder calmarnos mutuamente en cada toma, de volver a ser uno como en la panza.

Estamos en un momento de arañazos, agarrones de boca y cuello, piñazos en el pecho y tirones de pelo en cada teta, ¡pero nunca fui tan feliz por sufrir "tanto maltrato"!

¡Gracias TETA por todo lo que nos das!



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